Si fallas en algo, ahora construye un cohete

Uno de las características más interesantes de los seres humanos es lo cambiantes que somos. Cambiamos de opinión, de intereses, de entorno y de expectativas. Y sin embargo, a pesar de saberlo, muchas veces nos juzgamos con dureza por decisiones o resultados del pasado, a pesar de la constante tendencia en el bienestar personal que nos intenta recordar sobre enfocarnos en el presente.

Es normal exigirnos. Queremos que nuestros resultados estén a la altura de nuestras expectativas. Pero también es importante aprender a gestionar los pensamientos que surgen cuando eso no sucede, porque si no lo hacemos, esos pensamientos nos desbordan y se convierten en ruido interno.

Como seres cambiantes, todas las acciones que realizamos responden a las circunstancias del momento. Las personas que nos rodeaban, las emociones que teníamos, los conocimientos disponibles, las prioridades del contexto, todo eso influye. Y aún así, cuando las cosas no salen como esperábamos, muchas veces nos cuesta procesarlo.

Fallamos, muchas veces, más de lo que quisieramos, pero lo normal para ser humanos. No obtuvimos lo que queríamos. No cumplimos lo que nos propusimos. Y aunque en papel suena fácil decir «aprende del fracaso y sigue adelante», en la práctica es mucho más difícil. Porque el fracaso no solo deja un resultado, deja un ruido interno. Un ruido que suena como: «si hubiera hecho esto…», «si tan solo no hubiera dicho aquello…», «si me hubiera dado cuenta antes…».

Este ruido, es traicionero y dañino, porque nos ancla a lo que ya no podemos cambiar. Y por eso, una de las formas más efectivas que he encontrado para silenciarlo no es ignorarlo ni combatirlo directamente, sino superarlo con una ambición mayor.

Cuando algo no sale como quiero, cuando siento que fallé, me repito algo que me sirve como motivación: «si fallas en algo, ahora construye un cohete«.

Imaginate que invertiste tiempo, esfuerzo y emoción en un proyecto o meta… y no resultó. La frustración es válida, pero si te quedas atrapado ahí, te consumes. Entonces, en lugar de quedarme viendo el vacío del objetivo no alcanzado, elijo construir algo más grande.

Construir un cohete, para mí, significa crear un nuevo proyecto, reto o propósito que me inspire, que me rete y que tenga más impacto que aquello que falló. Porque cuando abordamos algo más grande, más ambicioso, más desafiante, el fallo anterior pierde peso con el tiempo. Se vuelve solo un peldaño, no una barrera y podemos tener hasta verlo como una consideración porcentual para superar malas rachas.

Y por supuesto que no todos somos científicos aeroespaciales con capacidad de construcción literal de un cohete, pero podemos simbolizar un cohete como una analogía de algo que para nosotros represente un reto mucho mayor. Pero cada quien puede definir su propio cohete: tal vez sea emprender algo que siempre pospusimos, tal vez sea prepararnos para un nuevo conocimiento, tal vez sea proponernos algo que ni nosotros mismos creíamos posible hasta ahora.

Construir nuestro propio cohete, nos permitirá apagar el ruido interno que nos repita y recuerda el fracaso en el reto anterior y asumir un reto mayor que nos inspirará a tener motivación para lograrlo, prepararnos para que así sea y al obtenerlos, olvidarnos que fallamos en el anterior.

Y esto no significa que debamos evitar nuestras emociones, podemos enfrentar el fallo, podemos enfrentar lo que no nos gustó como salió, afrontar la incomodidad y el dolor que representa, pero ahora, motivarnos con la idea de que vamos a construir un cohete.

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